Un poder rojo y blanco

Ser parte del Athletic es el ingrediente esencial que aportamos tanto a usuarios de proyectos como a las personas voluntarias.. Qué bonito es escuchar a nuestros voluntarios hablar de su tarea en el club, qué bonito es ver a aquellas personas a los que nuestros voluntarios ayudan sentirse orgullosas de su club gracias a la imagen que nuestras personas voluntarias proyectan.

Galder Reguera del Athletic

Galder Reguera Olabarri - Director de Estrategia y Operaciones de Fundación Athletic Club

Hace unos años, un compañero que trabaja conmigo en el Athletic Club estaba pasando un mal momento personal. Digamos que ese compañero se llamaba Oier. Un día, tomando café, Oier me confesó que tenía una cierta sensación de fracaso vital. Estaba en una de esas crisis que acontecen cuando los años se hacen de diez en diez. Llevaba mucho tiempo trabajando con Oier. Le conocía bien. Sabía, por ejemplo, que su mayor sueño de infancia, como el mío, había sido ser jugador del Athletic Club. Mientras él se lamentaba girando la cucharilla en la taza de café, saqué mi móvil, busqué su contacto y le mostré cómo le tenía agendado: OIER ATHLETIC CLUB. “Amigo, si tu sueño fue representar al Athletic y dar todo por esa camiseta, que sepas que lo has conseguido”, le dije.

Recuerdo su sonrisa al escuchar aquello. La recuerdo bien porque es la misma que tantas veces he sentido por dentro cuando alguien me ha presentado ante terceros como parte del club. Me encanta escuchar eso, lo confieso. Me encanta oír “Galder, el del Athletic”, porque de niño soñé muy fuerte defender estos colores y cuando así me presentan me sirve para recordar que, de alguna manera, ahora lo hago.

¿Por qué cuento todo esto? Porque somos muchas las personas que soñamos lo mismo, representar al Athletic, y la Fundación para la que trabajo canaliza esos sueños haciéndolos realidad. Ser parte del Athletic es el ingrediente esencial que aportamos tanto a usuarios de proyectos como a las personas voluntarias. En lo relativo a los usuarios, el poder de los colores rojiblancos es inmenso cuando se trata de fortalecer la autoestima de nuestros usuarios, de que se sientan parte de un equipo, de que se sepan inmejorables embajadores de nuestro escudo. Pensemos en los jugadores de nuestro Genuine, por ejemplo, ¿somos capaces de comprender lo que para una persona con discapacidad intelectual, acostumbrada a escuchar tantas veces la cantinela de lo que no es capaz de hacer, supone presentarse como jugador o jugadora del Athletic Club? Cuando hablamos de otros colectivos, como personas con enfermedad mental, personas presas, niños y niñas en riesgo de exclusión social de familias desestructuradas, menores que están pasando una enfermedad, mujeres víctimas de violencia de género (todos colectivos en los que impactamos), sucede lo mismo. Sentirse parte del club, una parte muy importante, además, ayuda en sus procesos de recuperación y de superación.

Y lo mismo sucede con las personas voluntarias que cada día aportan a nuestro proyecto. La Fundación les ofrece un espacio donde aportar su grano de arena a nuestra sociedad, pero en clave rojiblanca. Qué bonito es escuchar a nuestros voluntarios hablar de su tarea en el club, qué bonito es ver a aquellas personas a los que nuestros voluntarios ayudan sentirse orgullosas de su club gracias a la imagen que nuestras personas voluntarias proyectan. Porque un club, como una sociedad, es la imagen que cada persona que lo compone proyecta del mismo con sus palabras y acciones. El mayor valor del Athletic es el amor que cada uno de quienes lo componen (afición, jugadores, empleados, voluntarios) transmiten por los colores. Un futbolista internacional que nos visitó por unos días me dijo al despedirnos que lo que más le impresionaba del Athletic es el profundo amor y orgullo con el que hablaba del club cada una de las personas que conoció en Bilbao. A mí no me sorprendió su análisis, porque sé que con la camiseta rojiblanca damos la mejor versión de nosotros mismos, sé que nos obsesiona proyectar una buena imagen del club y de nuestra ciudad, sé que cuando nos sabemos embajadores rojiblancos somos mejores y damos más de nosotros mismos. Sucede en los equipos cuando juegan sobre el césped, los resultados deportivos lo avalan, pero también en todos los demás ámbitos del club. En lo que a la Fundación respecta, trasladamos ese poder, que entendemos aglutinador y transformador, a la sociedad bizkaina, a quienes lo necesitan y a quienes pueden y quieren ayudar.

En la entrada de Ibaigane hay un cartel que pone: “pase sin llamar”. Bien podría ser el lema de Fundación. Las puertas están siempre abiertas.

Ah, Oier sigue trabajando en el club. Y déjenme decir una cosa: no hay mejor embajador del Athletic Club que él.